Mi héroe.

Fuiste el primero en sacarme a bailar,
en hacerme reír
y en aprender a vivir.
Sabías como sacarme una sonrisa
y hacerme feliz con el mínimo detalle.

Me enseñaste mis valores,
mi amor por los animales.
Un simple caramelo
escondido encima del armario
era mi regalo más preciado.

Me transmitiste los valores
de vivir sin un sentido,
de ser capaz de entender
sin poder apreciar los sonidos.

No existe día
que no te eche de menos,
que no me lleguen los recuerdos
del más maravilloso de los abuelos.

Me rompiste los esquemas,

se me olvidó volver a escribir.

Y leer, eso solo sabía hacerlo con los lunares de tu espalda.

Me dejaste vacía y rota.

Ya no hay pared de acero que rascar,

ni princesa de hielo para derretir.

Se acabaron los otoños, ha llegado el eterno desierto

de noches oscuras y frías y días duros sin agua para beber,

pero mi cuerpo ni siente ni padece.

Ya no se que son las mariposas,

ni se ilumina mi mirada al sentir los escalofríos de tus dedos en mi piel.

Ya no se cantar a la noche  ni viajar con melancolía.

Cada paso dado no tiene ritmo,

Y las cuerdas de mi guitarra siguen los esquemas,

marcan ese monótono ritmo que es la rutina.

Que aburrida se ha vuelto la vida,

sin amor ni odio en mi corazón,

sólo el frío pesar de haberlo entregado todo.

Es curioso como tu engaño arrasó con todo,

como rompiste el último hilo que cosía todo mi ser,

como te llevaste todo para dárselo a las nubes

esas que empañan mi vida, sin llover ni dejarme ver el sol.

Bucle

Vuelve a repetirse la historia,
aunque no comienze de la misma forma.
Sigue siendo el bucle
donde una se ahoga
y la soga no afloja.
Donde las lágrimas vuelven a brotar solas
y solo siento el alma rota.
Pero esta vez hay un matiz distinto
habrá dos mil kilómetros
que serán infinitos
y dos meses de distancia
que a la larga, todo se lo tragan.
Y a la vuelta, como siempre
no quedará nada.

He perdido la noción de mis palabras
y con ellas el tiempo de mi tinta.
Buscaba inspiración en las cuerdas rotas de mi guitarra,
pero emitían un sonido desgarrador.
Era todo tan caótico,
como el día que perdí la esencia de escribir.
Como cuando entregas tu pluma al viento
y tus poesías dejan de existir.

Contra mí

Hoy es uno de esos días,

en los que todo lo veo negro,

sin ápice de gris.

Siento que el mundo viene de nuevo contra mí.

Por mucho que lo intento,

estos cinco meses,

son una mala racha de viento.

¿Soy yo o todos están contra mi?

Tengo ese ahogo de nuevo,

ese vacío en el pecho,

las ganas de llorar y no poder.

Unas ganas tremendas de desaparecer.

Pero no puedo,

y lo se.

Pero me gustaría coger el coche

y no volver.

Ir sin destino alguno,

encontrando sin buscar

un lugar apacible,

en el que poder descansar.

Aquellos

Me he quedado anclada
en las cartas de caligrafía perfecta
y las viejas canciones que sonaban en la radio.
En los domingos de picnics
y las películas en blanco y negro.
Los veranos en el pueblo
y las historias que los abuelos nos solían contar.
Aquellos,
aquellos eran buenos tiempos
y no los buenos momentos
que nos perdemos ahora
por mirar el teléfono.

Desdibujo los errores del pasado
con letras blancas en un folio
acelerando en los momentos dolorosos
y apenas es inteligible.
Repaso cada ola que me dejó sin aliento
para enterrarla en el fondo del mar
y que allí las medusas se las lleven a algún frondoso lugar.

Recojo los copos de nieve de aquel frío invierno
y los congelo en el desierto más árido de todos los infiernos.
De allí no podrán escapar,
algún camello con sed les dará un buen lugar.

Ando descalza por los acantilados de aquella mágica ciudad,
para sentir el frío y dolor que no me volverán a atormentar.